viernes, 13 de mayo de 2016

Día 3: desde donde estás sentado, escribí diez cosas a las que no les habías prestado atención.

30 días de escribirme

Durante 30 días, cada día publicaré un disparador o consigna corta para que ustedes escriban un texto de la extensión que quieran y con el formato que quieran en sus cuadernos o blogs. 

Día 3: desde donde estás sentado, escribí diez cosas a las que no les habías prestado atención.



- Esas muletas son indeseables y son mi única salvación en este momento, las miro, y creo que me devuelven la mirada sarcásticamente y me dicen: somos tu única opción, y al final sólo ellas me pueden ayudar; hace 5 días sufrí una caída que me costó el tobillo izquierdo fracturado, ahora debo estar en cama por lo menos una semana y con el pie inmovilizado por lo menos un mes; para una mujer como yo, es una gran desgracia, ¿o una bendición?  Porque nunca estoy quieta, siempre tengo cosas que hacer, lugares a dónde ir, gente a quien visitar, compromisos que cumplir… sin parar. Y ahora mirando a esas muletas, que serán mis compañeras durante mi recuperación, las odio y las amo, las veo horribles y hermosas a la vez, porque las quiero y no las acepto… ¿Cómo? ¡Si siempre soy tan autosuficiente!, y ahora sin ellas no puedo moverme… Largas, ruidosas, sencillas, imponentes… serán mi ayuda y sin ellas, ahora no soy nada.

- Ese pequeño espejo de mano que siempre está cuando quiero ver mi reflejo, desde hace muchos años atrás, ni se de cómo llegó a mis manos o ser parte de mis posesiones, pero siempre está en todo momento. Está viejo, todo roto y maltratado, pero siempre fiel a reflejarme cuando necesito verme, ya sea para aplicarme una crema, o maquillarme, depilarme, o sólo mirarme como suelo hacer, cada rincón de mi rostro. A veces lo uso hasta para verme cuando lloro o cuando río, y el pobre aguanta todo, firme como talón de oso; nunca me miente, me muestra como soy, siempre tan franco a veces cruel, muestra que el pasar de los años no es en vano, y sin embrago me gusta verme a través de él, una y otra vez y me gusta siempre tenerlo a mano, que siempre esté para mí; en ocasiones, cuando hablo por teléfono, lo tomo y mientras converso, me observo, con todos los gestos que salen de mi rostro (Soy expresiva)… Ese espejo guindo, es pequeño pero es el tamaño ideal para estar donde tiene que estar, a mano, es fiel, aunque a veces cuando no lo encuentro, me enfurezco, porque lo necesito. Ese espejo, que ya está quebrado, no deja de hacer su trabajo a pesar de estar herido, y eso me reconforta; La vida debe de seguir sin importar las circunstancias, aunque con un tobillo roto, siempre se encuentra el modo de hacer lo que corresponde y adaptarse, desarrollar nuevas habilidades, para enfrentar lo que se presenta.


- Al frente de mi cama está ese mueble, cuadrado, grandote y súper pesado, es un tipo cómoda, pero más grande, de madera, antiguo y viejo; pero es la única herencia que tengo de mi madre. Estuvo conmigo desde que tengo unos 16 años, y hoy, en mi habitación donde tengo pocas cosas, ese mueble, me recuerda a ella, mi madre. Cargado por todos los lados de un montón de cosas, adentro en la parte derecha, tiene mis libros y cuadernos, apilados y medio en desorden, a la izquierda mi ropa, la más pesada, los jeans; encima, tiene cajas por todos lados, con maquillaje, con cremas, con chucherías, y una pila casi hasta el techo de cajas con zapatos; y por si fuera poco, en la puerta cuelgan las chaquetas de frío, no son muchas pero son pesadas… y él firme, aguanta el peso, el pasar de los años y el gran significado que le puse, ahora que mi madre ya no está. Ella era así, siempre cargada con responsabilidades, cuatro hijas, un matrimonio, pobreza y necesidad, la familia, el trabajo… pero ella nunca decaía, siempre sonriente, siempre alegre, siempre positiva, y siempre presente cuando más la necesitaba, siempre firme ante lo que venga, no importa las circunstancias.

- Continurá...

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