Alguna vez ha sentido la tristeza?
Sí, ese hueco en el estómago que parece que
tiene vida propia y cada minuto que pasa te pesa más; esas ganas incontenibles
de llorar y llorar, aunque mientras más lloras, más duele y al final todas las
lágrimas derramadas no son suficientes para sacar lo que tienes atorado adentro
y parece que te va a ahogar. Esa avalancha de pensamientos que no puedes evitar
porque en medio de la confusión y la soledad es lo único que te queda.
Entonces sabes de lo que estoy hablando.
Cuando la desesperanza se apodera de ti, y el futuro se torna demasiado
incierto. Cuando la desesperación quiere dominarte, porque realmente no sabes
qué hacer y no ves salida posible para esa situación, no ves solución posible
para ese momento.
Cuando parece que no queda nada más y que
todo lo que has intentado ha fracasado. Cuando ya no tienes más ganas de juzgarte
por lo que hiciste y comienzas a compararte con otros y parece que a todos les
va bien, menos a ti. Cuando parece que tu mundo se ha desmoronado y no importa
las palabras que alguien más pueda decir, parecen inútiles porque el dolor
sigue.
Cuando la pérdida que has tenido es
definitivamente irreparable y no ves manera posible de llenar el vacío de su
ausencia. Cuando no encuentras el camino a seguir, porque parece que todo lo has
hecho mal y te has equivocado tanto que al parecer ya ni siquiera vale la pena
intentar.
Cuando buscas algo o alguien a que
aferrarte porque sientes que todos te han abandonado, porque todos tienen una
vida y cosas más importantes que tú. Cuando quienes se supone que tuvieron que
cuidarte y amarte te hirieron, te abandonaron, dejándote cuando más los
necesitabas.
Cuando las decisiones que tomaste no fueron
las mejores y te diste cuenta demasiado tarde, cuando ya no hay vuelta atrás y
ahora hay que cargar con las consecuencias. Cuando se supone que tienes que ser
fuerte pero tu fortaleza te ha abandonado.
No es el fin.
No estás acabado. Y aunque ahora mismo no
parezca, siempre hay solución para todo en esta vida. Si, mientras hay vida hay
esperanza. Lograrás salir de esta. Un día mirarás a atrás y recordarás la
profunda tristeza que sentiste y valorarás lo feliz que eres.
Sólo ten calma, llora cuanto tengas que
llorar. Vive al máximo todas y cada una de esas emociones que se apoderan de ti,
ahora mismo. Deja que fluya, porque lo único que quieren hacer, es ser
sentidas. No acabarán contigo, no te harán daño, están aquí para acompañarte,
son parte de la vida, necesitan ser sentidas con intensidad, y después se irán.
Y como la tan citada y real frase, después
de la tormenta, viene la calma, así será también esta vez.
Sólo te pido una cosa. No te acostumbres al
dolor, no consientas la tristeza en tu corazón por mucho tiempo, porque ella se
alimenta de pensamientos negativos, de desesperanza, de miedo, de temor y desilusión.
Y al final se convierte en amargura, tan
grande que parece un monstruo que no sólo te destruye a ti sino a los que te
rodean.
Y tú, eres demasiado muy valioso como para
estar marchito, tienes mucho para dar como para encerrarte en el dolor, y tu
vida es importante como para desperdiciarla en lamentos.
No te asustes cuando la tristeza te visite,
siéntela, vívela y déjala ir. Ella te enseñará a valorar los momentos de la
vida, aquellos que parecen insignificantes pero que son tan relevantes. El
abrazo de un amigo, la compañía de un ser amado, la sonrisa que provocas en
alguien, disfrutar de las cosas buenas de la vida, reír a carcajadas, amar sin
medida, dar tu tiempo a quien lo necesita y definitivamente disfrutar del
presente, como venga.